BIENVENID@S

Hola a TOD@S, Bienvenidos a este espacio virtual.
La problemática objeto del blog ocupa, un lugar central en las preocupaciones de los docentes que se dedican a la alfabetización inicial.
"La institución escuela ha asumido históricamente la responsabilidad pedagógica de enseñar a leer y escribir y por ello la necesaria formación del rol alfabetizador del maestro es responsanbilidad del sistema formador. Sin embargo, en las carreras de formación de profesores para la escuela primaria no existen acuerdos explícitos acerca de quienes son los responsables directos de dicha formación, de modo tal que el rol alfabetizador del docente no es reconocido y asumido en la práctica como un aspecto central de la carrera.
En este sentido, el sistema formador asiste al fracaso en la formación del rol alfabetizador del docente que se evidencia en la rápida y generalizada asunción, por parte del maestro novel, de las formas de enseñanza y de las representaciones en torno del proceso alfabetizador que le propone la escuela.
Este hecho constituye un fracaso no solo para el ISFD sino también para la escuela primaria que atraviesa una delicada situación en materia metodológica."

lunes, 31 de octubre de 2011

LA ENSEÑANZA INICIAL DE LA LENGUA ESCRITA

Estimados alumn@s: Le propone la cátedra, la lectura de algunas de las conferencias brindadas en el marco del Ciclo de Desarrollo Profesional docente en Alfabetización Inicial.
Deberán leer el texto, y expresar sus comentarios en este post. Es fundamental que cada uno realice el ejercicio propuesto, ya que la lectura les facilitará apropiarse  de elementos teóricos propuesto por la autora para ir generando un marco conceptual acerca de la alfabetizaciónn inicial.
Todo lo que vayan abordando será recuperado en instancias de evaluaciones parciales.
El plazo para considerar las intervenciones es de diez días a partir de la fecha de publicación.                                                                                                                             

miércoles, 26 de octubre de 2011

Edades Claves en el Desarrollo Infantil

El niño de tres meses

En esta etapa, el niño permanece despierto durante un período de tiempo mayor que en los meses precedentes. Durante la vigilia, comienza a coordinar movimientos simples y desaparece el movimiento de prensión. Atiende a estímulos, sonríe en respuesta a interacciones sociales. Siente placer ante sus emisiones sonoras. Su amamantamiento (que debería ser a libre demanda) constituye un momento privilegiado de intercambios afectivos, verbales y corporales.

El niño de seis meses

Permanece sentado solo o con un ligero apoyo. Amplía su campo de exploración interesándose por la manipulación de objetos y de su propio cuerpo. Llaman su atención diferentes fuentes sonoras, especialmente las verbales. Le agrada que hablen y jueguen con él. Comienza a distinguir a familiares y extraños.

El niño de nueve meses

Durante esta etapa ya es capaz de sentarse solo y de manipular con mayor precisión, dirigiendo sus acciones. Construye la noción de objeto, la que en adelante perfeccionará, es decir que el objeto existe independientemente de las acciones que se realicen sobre él. Ha establecido y mantiene vínculos con personas significativas, diferenciando perfectamente familiares de extraños. Presenta un vivo interés por los juegos verbales.

El niño de 12 meses

A esta edad el niño adquiere la posición erecta y la marcha, lo que le permite ampliar su campo de exploración y conocimiento del mundo. Manipula finamente los objetos con presión pinza. Comienza a decir las primeras palabras y tiene una mejor comprensión del habla adulta en relación con lo que es capaz de emitir. Le agradan los juegos de sacar y poner.

El niño de 15 meses

El niño de esta edad es un deambulador que explora activamente el mundo que lo circunda. Comprende mejor el lenguaje. Utiliza jerga y amplía su vocabulario (de unas veinte palabras). Conoce familiares por el nombre o parentesco. Juega solo y busca la interacción con el adulto, manteniendo su atención momentáneamente. Requiere a la madre como reaseguro; imita gestos.

El niño de 18 meses

Al año y medio domina la marcha. Se consolidan sus intercambios verbales, los que en adelante progresarán sostenidamente. Tiene un repertorio definido de palabras (alrededor de veinte), todavía con errores de pronunciación (dislalias evolutivas). Es escasa su capacidad para unir dos elementos léxicos (frase de dos palabras). No expresa frustración si no le entienden. Le agradan y muestra pericia en los juegos de desplazamiento (arrastrar juguetes). Inicia los juegos simbólicos.

El niño de dos años

A esta edad el niño perfecciona sus actividades psicomotrices y sus intercambios sociales: colabora en pequeñas tareas como desvestirse, ir al baño, comer solo, etc. Emite frases de dos palabras. Se refiere a sí mismo por su nombre y lo utiliza para pedir (por ejemplo: “Pedro agua”). Siente frustración si no le entienden, manifestándolo con desagrado o rabietas. Consolida el juego simbólico.

El niño de dos años y medio

Perfecciona el manejo de su cuerpo: salta, trepa, sube y baja escaleras, puede caminar en puntas de pie si se lo solicitan, manipula coordinadamente objetos pequeños. Tiene más destreza y manifiesta mayor independencia en los hábitos de higiene y alimentarios. Incrementa sus intercambios verbales (tiene un vocabulario de alrededor de 500 palabras). Utiliza el pronombre “yo” para referirse a sí mismo. Participa en juegos turbulentos de acción con otros niños: corridas, caídas, luchas. Usa un mismo objeto para representar cosas diferentes: un palito como micrófono, caballito, espada, escopeta, etcétera.

El niño de tres años

A esta edad se entretiene con actividades sedentarias durante períodos más largos haciendo una manipulación más fina del material de juego. Le atraen los lápices y comienza a realizar los primeros dibujos. Comprende “casi todo” lo que le dicen; utiliza un vocabulario de unas mil palabras. El 80% de sus enunciados es entendible aun para extraños. Relata experiencias. Realiza juegos grupales. Hace dramatizaciones representando roles adultos, diferenciados según el sexo (la mamá, la maestra, el doctor, etc.). Puede separarse por períodos relativamente largos de sus familiares, permaneciendo en el Jardín de infantes o en casa de amigos.

El niño de cuatro años

A esta edad el niño es capaz de realizar saltos en largo (a la carrera o parado). Su coordinación más refinada le permite intentar abotonarse la ropa y atarse los cordones de sus zapatillas. Puede copiar un círculo y una cruz. Su habla está establecida con pocas desviaciones de la norma adulta. Domina el sistema pronominal. Conjuga bien los verbos en el lenguaje coloquial. Ocasionalmente persisten dislalias evolutivas, sobre todo en el fonema /r/. Su vocabulario es de alrededor de 1.500 palabras. Se interesa por la lengua escrita. Hace dramatizaciones complejas, con abundancia de detalles y despliegue de la fantasía (le agrada disfrazarse). Inventa amigos imaginarios. Muestra una clara preferencia por el juego según el sexo. Se adapta bien a las exigencias de otros medios como las del Jardín de infantes.

El niño de cinco años

A los cinco años el niño muestra coordinaciones más complejas y manipulaciones más finas: puede cor rer, saltar, patear la pelota con pericia, manejar un triciclo o una bicicleta; es más apto para aprender a nadar, danzar, etc. Puede copiar un cuadrado y sus posibilidades de representación le permiten realizar dibujos en escenas con muchos detalles, aun cuando todavía no domine la perspectiva. Su lateralidad está definida. Comprende bien el lenguaje coloquial: habla “todo” con buena pronunciación y organización sintáctica, aunque todavía no utiliza las llamadas “estructuras tardías”. Su vocabulario es de alrededor de 2.000 palabras. Se interesa en la producción de otros sistemas de símbolos como la lengua escrita. A menudo sabe escribir su nombre, aunque su escritura es logográfica. Muestra regocijo y gusto por los juegos grupales, incluso cuando todavía no comprende bien los juegos de reglas. Presenta conductas totalmente independientes en la alimentación y el control de esfínteres.

El niño de seis años

Domina la marcha, corre midiendo la velocidad y puede detenerse cuando lo desea. Su sistema de representación es más complejo. Perfecciona su dibujo, aun cuando todavía sigue sin dominar la perspectiva. Diferencia claramente dibujo de escritura. Su competencia lingüística y comunicativa aumenta. Se perfeccionan sus habilidades metacognitivas, las que lo conducen a reflexionar sobre el código grafofonético. A menudo puede reconocer y escribir su nombre y otras palabras cortas familiares. Puede hacer clasificaciones unidimensionales. Cuenta y reconoce números. Puede narrar historias, aún imperfectamente. Puede participar en juegos reglados.

El niño de siete años

A esta edad, el desarrollo intelectual se consolida permitiendo al niño hacer clasificaciones jerárquicas (color, forma, tamaño). Adquiere la noción de conservación de la sustancia y la noción de número, que lo habilita para realizar operaciones simples. Su lenguaje evoluciona de modo tal que puede comprender mejor metáforas, realizar actividades metasintácticas (detecta agramaticalismos). Puede leer y escribir alfabéticamente, aunque no domina totalmente la norma ortográfica. Se consolidan sus interacciones sociales, mostrando preferencias por amigos.

martes, 18 de octubre de 2011

Un día en la vida de Yolanda

Por la mañana

Es muy temprano a la mañana y Yolanda abre los ojos. El viento silba entre las chapas del techo. Su hermano mayor duerme todavía. El bebé está despierto y la mira desde el costado. El bebé duerme en la misma cama que ella. Todavía somnolienta, Yolanda toca al bebé a ver si está mojado.
–Todo mojado el chango!
Se levanta y va a buscar la tela que usa como pañal.
Yolanda se pone los pantalones de gimnasia. El resto de la ropa la tiene puesta porque duerme vestida. Cambia el pañal a su hermanito y se va con él a la cocina. Desde la puerta de la casa mira a su mamá, que es un punto en la sierra, entre otros puntos blancos, las ovejas. Prepara el mate cocido y lo sirve con trozos de galleta. Su hermano se ha levantado y viene a la cocina. Comen en silencio. De vez en cuando, Yolanda le habla al bebé imitando el tono severo de la madre:
–Ahora te vas a dormir prontito, vos.
Yolanda sostiene el bebé en la falda mientras desayuna. Ha calentado leche y la pone en la mamadera. Se la da a su hermanito, lo hace dormir y lo deja sobre la cama.
Como liberada, Yolanda sale al patio a jugar. Su hermano y sus primos están jugando a subir y bajar de las pircas. Su hermano corre hacia un montículo cerca de la casa. Yolanda lo sigue y trepa con él. Desde allí mira y ve que su mamá está volviendo.
–Ahicito viene la mamá –le dice a su hermano.
Yolanda corre a vigilar al bebé y vuelve a salir. Habla con una amiguita que le cuenta que a su tía le dolía la panza.
–¿Y qué le hai dau? –pregunta Yolanda.
–Ruda –dice la amiguita– cuando le duele la panza damos.
–Yo tengo ruda –dice Yolanda, señalando el patio de atrás de su casa.
Yolanda entra en la casa. Su mamá ya ha vuelto y está en el fueguero preparando las cosas para el almuerzo.
Yolanda saca un cuaderno de una bolsa de nailon y lo pone sobre la mesa. Toma un lápiz.
El bebé llora y la mamá le dice que le dé un pedacito de galleta. Yolanda vuelve y se inclina sobre el cuaderno. No puede identificar bien las letras de ciertas palabras. Trata de recordar lo que ha explicado el maestro, pero no se acuerda. Escribe y borra, hace una letra y la vuelve a borr a r. La mamá la mira un momento y le dice:
–Hacé bonito.
Yolanda abandona la tarea y va ayudar a la mamá a preparar la comida. La tía de Yolanda se acerca a la casa y la mamá sale a hablar con ella sobre lo que le pasó al abuelo. Yolanda le dice al hermano:
–Falta sal a la olla, le voy a decir, le voy a decir. ¿Cómo no viene aquí, cómo no viene aquí?
Le falta sal a la olla.
–¿Le decís? –pregunta el hermano.
–Ella cuando está conversando no quiere, después cuando viene por acá recién. Entra la mamá, terminan de cocinar y se sientan sobre troncos a almorzar un guiso de carne de cordero, con papas y cebolla.

Por la tarde
En el camino a la escuela, Yolanda se encuentra con compañeros. Van saltando; al llegar, se reúnen en el patio. Hablan de la tarea. Ya en el aula, el maestro pide que saquen el cuaderno y vean la tarea del día. Están en la hora de Lengua y trabajan con la letra d.
–Hagan con letra de carta –dice el maestro.
Yolanda tiene dificultad con la letra d:
–Yo no puedo hacer con letra de carta.
Una compañera que ha terminado le dice:
–No, tenés que hacer así... ¿te borro?
–No, no, no... –con voz bajita, agrega –decile al maistro que... che...
Pero el maestro está ocupado con otros chicos y no la escucha. Finalmente, Yolanda se anima.
–Maistro, maistro..., yo no puedo hacer, este...
El maestro mira el cuaderno.
–Acá tenés que escribir la d con letra de carta –le dice.
Yolanda dice que no lo puede hacer. El maestro le pide a la compañerita que le ayude:
–Enseñale vos cómo va a escribir –dice.
Pero la nena no quiere enseñarle. El maestro le pide a otro chico que lo haga. El maestro pide atención a todos y les recuerda que han conversado sobre el día y la noche.
Maestro: –A la mañana, ¿cómo es?
Niño: –Es de día.
Maestro: –¿Qué sale?
Niño: –Sale el sol.
Maestro: –¿Qué es lo que nos da el sol?
Niño: –Calor .
Maestro: –¿Y cómo estaría si no hubiera sol?
Yolanda: –Helau.
Maestro: –¿No saben por dónde sale el sol?
Niños: (Señalan.) –Por atrás del cerro.
Maestro: –A la hora de comer, ¿dónde está?
Niños: (Señalan arriba.)
Cuando Yolanda llega a su casa, Marito la sigue. Yolanda encuentra a su mamá con el bebé. Le pide a Yolanda que lo duerma y que después venga a la cocina que hay trabajo por hacer .
La mamá le dice al hermano:
–Traé el balde con las mamaderas, vos.
Deben preparar las mamaderas para los corderos recién nacidos. El hermano de Yolanda trae el balde y Yolanda va llenando las mamaderas con leche. Si no ayudan a las ovejas que tienen poca leche, los corderitos se mueren. La mamá sale a encerrar las ovejas en el corral de pircas. Su hermano va detrás de ella con el balde y las mamaderas.

Por la noche
Cuando cierran el corral, la mamá se va a la casa a preparar la cena. Marito se acerca a Yolanda.
–Te va a agarrar el duende, Marito –lo asusta Yolanda.
Marito señala atrás de su casa y dice que ha escuchado un ruido en el gallinero.
–El duende –dice Yolanda–. Yo lo he visto. Unito con sombrero y pantalón negritus. Miedo me da.
Marito se va corriendo y Yolanda también entra en su casa algo asustada. Su mamá le da el bebé. Ya es de noche y la mamá tranca la puerta. Los chicos se sientan en silencio alrededor de la mesa. Con sueño miran la espalda de la mamá que prepara tortillas en el fueguero. A Yolanda “se le cae la cabeza”, pero debe estar atenta porque tiene a su hermanito en brazos. Afuera el silencio es total. Solamente el viento suena entre las chapas.
Comen tortilla con mate cocido y se van a acostar.

lunes, 10 de octubre de 2011

Un día en la vida de Diego

Por la mañana
Son las nueve de la mañana y Diego se despierta en la habitación que comparte con su hermana Camila. Ella ya está en la escuela, porque va al turno mañana. Diego oye la voz de su mamá:
–Dieguito, a levantarse, a tomar el desayuno.
Por la ventana llega el ruido de la calle, los colectivos que pasan y la voz, familiar para Diego, del diariero de la esquina.
Con mucha pereza, Dieguito, empieza a vestirse. De vez en cuando, su mamá entra y lo ayuda a atarse las zapatillas o a abrocharse la camisa. Ella es muy divertida y de repente tira a Diego sobre la cama y le hace cosquillas.
En la cocina, Diego ya tiene la leche servida, con pan, manteca y dulce de leche. Diego toma el tarro de dulce y señala: “Acá dice dullllce de leche”. La señora que ayuda a su mamá en las tareas domésticas tiene la radio prendida y Diego escucha las noticias. De golpe, con la boca llena, cantur rea:
–La-la-la-lá-la, la mejor crema dental... –acompañando un jingle de la radio.
Su mamá entra en la cocina y le dice a Diego que revise su tarea para la escuela a ver si está completa. Risueña le pregunta:
–¿Qué estabas cantando?
Moviendo las piernas en la silla, Dieguito repite:
–La-la-la-lá-la, la...
La mamá y la señora festejan a Diego.
–Eso mismo es lo que ahora tenés que usar vos –dice la mamá, y hace con el dedo el gesto de cepillarse los dientes.
Un rato después, Diego ha abierto su cuaderno sobre la mesa de la cocina y está eligiendo lápices de colores para completar un dibujo de su tarea. La mamá se inclina sobre el cuadern o .
–Muy bien, Diego, ¿qué tenés que hacer?
–Marisa nos leyó el cuento de un señor y un perro. Tengo que hacer un dibujo. No sé qué dibujar .
–¿Qué pasaba en el cuento?
–Que había un señor, don Tomás, que tenía mucha plata y era muy malo. Él tenía muchas peras y no le daba ni una a nadie. Entonces el perro las tenía que cuidar.
–¿Él tenía un per ro que cuidaba que nadie robara peras?
–Claro, y era malo.
–¿El perro era malo?
–No, don Tomás era malo y le pegaba al perro. Pero el perro era bueno. Entonces vino un chico con mucha sed y lo acarició y le dio peras.
–El perro dejó que sacara peras porque el chico tenía sed. ¿Y qué hizo don Tomás?
–Le pegó y lo echó.
–Pobre perro. ¿Y se quedó solo?
–No, se fue a la plaza donde estaban los chicos jugando y el nene se lo llevó a su casa.
–El nene que había sacado las peras.
–Claro.
–Mirá qué lindo cuento. ¿Y qué tenés ganas de dibujar?
–Cuando el perro va a la plaza.
–Bueno, dale. Pero fijate bien dónde hacés el dibujo. No dejés hojas en blanco. En el cuaderno hay que usar todas las hojas.
La mamá sigue con sus tareas mientras Diego trabaja. Cada tanto, la mamá supervisa el dibujo de Diego. Cuando termina, Diego escribe “perro”, “amaca” “toboan”. La mamá revisa lo escrito y le indica:
–“Hamaca” va con la “h” muda, mirá. (Escribe la palabra en otra hoja.)
–¿Y acá qué pasó? ¿Toboán o tobogán?
Diego corrige lo que escribió y se va a su cuarto. Saca unos muñequitos de plástico, personajes de una serie de televisión; se los lleva al patio y juega con ellos. Antes del mediodía le pide permiso a su mamá para ver dibujos animados en la televisión. La mamá le dice:
–Lavate las manos que vamos a almorzar, Dieguito.
Por la tarde
Se escucha la bocina del transporte escolar. La mamá le entrega a Diego una nota para la maestra.
–No te olvidés de dársela; dice cuándo tenés que tomar el remedio para la tos –le recuerda la mamá.
Dieguito ya está peinado y con sus cosas listas; sale corriendo. En la vereda lo espera el chofer de la escuela; desde la ventanilla, los chicos lo saludan. La mamá le da un beso antes de que suba al ómnibus y lo despide agitando la mano.
Cuando llegan a la escuela, Diego juega y charla en el patio con sus compañeros. En el aula, Diego enseña su dibujo de la plaza y las palabras que escribió a la maestra, que da muestras de asombro y de aprobación. Charla con sus compañeros, pero cuando la maestra pide atención, Diego la escucha. La maestra les propone contar adivinanzas.
A la tarde, Diego vuelve del colegio y le avisa a su mamá que en un rato va a venir Juan Manuel a jugar. Corre a prender el televisor y se pone a mirar su programa de dibujos favorito.
–Solamente un rato, Diego –advierte su mamá desde el escritorio donde está trabajando en la computadora. De repente, ir rumpe Diego.
–Mamá, poneme el jueguito de la compu... £dale!
–Bueno, pero solamente mientras hablo por teléfono con tu abuela.
En la pantalla aparecen los diseños y de inmediato Diego, con gran pericia y total naturalidad, toma el mando del juego. Oye la voz de su mamá que lo llama:
–Diego, vení a saludar a la abuela.
Dieguito corre al teléfono.
–Hola abu... Sí... Yo te llamo. Sí... 4632-3456... Sí, yo sé.
Por la noche
A la hora de la cena, el papá de Diego ya ha vuelto del trabajo. Está contento por una nota que ha sacado la hermana de Diego en la escuela. La mamá está en la cocina preparando una tortilla de papas.
–Vamos a hacer tortilla de papas. ¿Me querés ayudar, Diego?
–¿Qué tengo que hacer mamá?
–Pelar la papa con el cuchillo y cortarla en daditos.
–¿En qué...? En daditos.
–En daditos, ¿ves? Mirá, Diego, en daditos. Ahora cortás así y cortás en cuatro, no te cortés los dedos. Muy bien, después hay que agregarle huevos... £Cuidado!, no te cortés. Yo te las voy a cortar en rodajas y después vos las cortás en cuatro; cada rodaja vos cortala en cuatro; cuidado los deditos.
–Si me corto un poquitito no importa.
–Nooo, así, mirá, ahí.
–Ahí.
–Cómo que no, sí que importa... No ahí, apretá con el mango. No pongas el dedito donde está el filo del cuchillo porque te podés cortar; después comemos tortilla de dedos en vez de tortilla de papas...
–No puedo.
–Está perfecto. Mirá, Diego, en el mango apoyá el dedo, el índice. ¿Cuál es el índice? Vos sabés cuál es el dedo índice; ahí está: el pulgar abajo y el índice en el mango, en la parte de arriba del mango.
–Yo lo hago así.
–Muy bien, Diego.
Cuando Diego y su hermana terminan de bañarse se sientan en las sillas del comedor para cenar .
–¿Y a vos cómo te fue, campeón? –pregunta el papá.
–Bien –dice Diego y agrega–. La maestra retó a un chico que tiraba las cosas al suelo.
La mamá y el papá hablan y Diego escucha mientras come. La mamá cuenta que deberá hacer un viaje por trabajo al Brasil. Ha esperado este momento para comentárselo a los chicos.
–¿Saben que mamá va a tener que viajar? Dieguito la mira.
–Tengo que ir unos poquitos días al Brasil. Dieguito dice enojado:
–¡Por qué tenía que pasarme esto a mí!
El papá y la mamá se ríen.
–¿Vas a ir en avión? –pregunta la hermana.
El papá empieza a explicar.
–Sí, yo voy a llevar a mamá al aeropuerto y...
–Va a tomar uno de esos aviones nuevos –interrumpe Diego–. Llevan como a 500 personas y llegan enseguida.
–¿Ah, sí? –dice divertido el papá.
–Yo lo vi en la tele –y Diego hace con el tenedor como un avión que aterriza.
–Esos aviones son para viajes más largos, a Europa, por ejemplo –explica la mamá–. Yo voy a ir más cerca. Les voy a mostrar donde queda el Brasil, justo arriba de la Argentina.
La mamá trae un mapa de América del Sur. Todos se inclinan sobre el mapa y trazan con el dedo el recorrido del avión.
Ya es de noche y Diego tiene el pijama puesto. Está con sus muñequitos sobre la cama. Entra el papá y se sienta en el borde de la cama para leerle un cuento.