Por la mañana
Son las nueve de la mañana y Diego se despierta en la habitación que comparte con su hermana Camila. Ella ya está en la escuela, porque va al turno mañana. Diego oye la voz de su mamá:
–Dieguito, a levantarse, a tomar el desayuno.
Por la ventana llega el ruido de la calle, los colectivos que pasan y la voz, familiar para Diego, del diariero de la esquina.
Con mucha pereza, Dieguito, empieza a vestirse. De vez en cuando, su mamá entra y lo ayuda a atarse las zapatillas o a abrocharse la camisa. Ella es muy divertida y de repente tira a Diego sobre la cama y le hace cosquillas.
En la cocina, Diego ya tiene la leche servida, con pan, manteca y dulce de leche. Diego toma el tarro de dulce y señala: “Acá dice dullllce de leche”. La señora que ayuda a su mamá en las tareas domésticas tiene la radio prendida y Diego escucha las noticias. De golpe, con la boca llena, cantur rea:
–La-la-la-lá-la, la mejor crema dental... –acompañando un jingle de la radio.
Su mamá entra en la cocina y le dice a Diego que revise su tarea para la escuela a ver si está completa. Risueña le pregunta:
–¿Qué estabas cantando?
Moviendo las piernas en la silla, Dieguito repite:
–La-la-la-lá-la, la...
La mamá y la señora festejan a Diego.
–Eso mismo es lo que ahora tenés que usar vos –dice la mamá, y hace con el dedo el gesto de cepillarse los dientes.
Un rato después, Diego ha abierto su cuaderno sobre la mesa de la cocina y está eligiendo lápices de colores para completar un dibujo de su tarea. La mamá se inclina sobre el cuadern o .
–Muy bien, Diego, ¿qué tenés que hacer?
–Marisa nos leyó el cuento de un señor y un perro. Tengo que hacer un dibujo. No sé qué dibujar .
–¿Qué pasaba en el cuento?
–Que había un señor, don Tomás, que tenía mucha plata y era muy malo. Él tenía muchas peras y no le daba ni una a nadie. Entonces el perro las tenía que cuidar.
–¿Él tenía un per ro que cuidaba que nadie robara peras?
–Claro, y era malo.
–¿El perro era malo?
–No, don Tomás era malo y le pegaba al perro. Pero el perro era bueno. Entonces vino un chico con mucha sed y lo acarició y le dio peras.
–El perro dejó que sacara peras porque el chico tenía sed. ¿Y qué hizo don Tomás?
–Le pegó y lo echó.
–Pobre perro. ¿Y se quedó solo?
–No, se fue a la plaza donde estaban los chicos jugando y el nene se lo llevó a su casa.
–El nene que había sacado las peras.
–Claro.
–Mirá qué lindo cuento. ¿Y qué tenés ganas de dibujar?
–Cuando el perro va a la plaza.
–Bueno, dale. Pero fijate bien dónde hacés el dibujo. No dejés hojas en blanco. En el cuaderno hay que usar todas las hojas.
La mamá sigue con sus tareas mientras Diego trabaja. Cada tanto, la mamá supervisa el dibujo de Diego. Cuando termina, Diego escribe “perro”, “amaca” “toboan”. La mamá revisa lo escrito y le indica:
–“Hamaca” va con la “h” muda, mirá. (Escribe la palabra en otra hoja.)
–¿Y acá qué pasó? ¿Toboán o tobogán?
Diego corrige lo que escribió y se va a su cuarto. Saca unos muñequitos de plástico, personajes de una serie de televisión; se los lleva al patio y juega con ellos. Antes del mediodía le pide permiso a su mamá para ver dibujos animados en la televisión. La mamá le dice:
–Lavate las manos que vamos a almorzar, Dieguito.
Por la tarde
Se escucha la bocina del transporte escolar. La mamá le entrega a Diego una nota para la maestra.
–No te olvidés de dársela; dice cuándo tenés que tomar el remedio para la tos –le recuerda la mamá.
Dieguito ya está peinado y con sus cosas listas; sale corriendo. En la vereda lo espera el chofer de la escuela; desde la ventanilla, los chicos lo saludan. La mamá le da un beso antes de que suba al ómnibus y lo despide agitando la mano.
Cuando llegan a la escuela, Diego juega y charla en el patio con sus compañeros. En el aula, Diego enseña su dibujo de la plaza y las palabras que escribió a la maestra, que da muestras de asombro y de aprobación. Charla con sus compañeros, pero cuando la maestra pide atención, Diego la escucha. La maestra les propone contar adivinanzas.
A la tarde, Diego vuelve del colegio y le avisa a su mamá que en un rato va a venir Juan Manuel a jugar. Corre a prender el televisor y se pone a mirar su programa de dibujos favorito.
–Solamente un rato, Diego –advierte su mamá desde el escritorio donde está trabajando en la computadora. De repente, ir rumpe Diego.
–Mamá, poneme el jueguito de la compu... £dale!
–Bueno, pero solamente mientras hablo por teléfono con tu abuela.
En la pantalla aparecen los diseños y de inmediato Diego, con gran pericia y total naturalidad, toma el mando del juego. Oye la voz de su mamá que lo llama:
–Diego, vení a saludar a la abuela.
Dieguito corre al teléfono.
–Hola abu... Sí... Yo te llamo. Sí... 4632-3456... Sí, yo sé.
Por la noche
A la hora de la cena, el papá de Diego ya ha vuelto del trabajo. Está contento por una nota que ha sacado la hermana de Diego en la escuela. La mamá está en la cocina preparando una tortilla de papas.
–Vamos a hacer tortilla de papas. ¿Me querés ayudar, Diego?
–¿Qué tengo que hacer mamá?
–Pelar la papa con el cuchillo y cortarla en daditos.
–¿En qué...? En daditos.
–En daditos, ¿ves? Mirá, Diego, en daditos. Ahora cortás así y cortás en cuatro, no te cortés los dedos. Muy bien, después hay que agregarle huevos... £Cuidado!, no te cortés. Yo te las voy a cortar en rodajas y después vos las cortás en cuatro; cada rodaja vos cortala en cuatro; cuidado los deditos.
–Si me corto un poquitito no importa.
–Nooo, así, mirá, ahí.
–Ahí.
–Cómo que no, sí que importa... No ahí, apretá con el mango. No pongas el dedito donde está el filo del cuchillo porque te podés cortar; después comemos tortilla de dedos en vez de tortilla de papas...
–No puedo.
–Está perfecto. Mirá, Diego, en el mango apoyá el dedo, el índice. ¿Cuál es el índice? Vos sabés cuál es el dedo índice; ahí está: el pulgar abajo y el índice en el mango, en la parte de arriba del mango.
–Yo lo hago así.
–Muy bien, Diego.
Cuando Diego y su hermana terminan de bañarse se sientan en las sillas del comedor para cenar .
–¿Y a vos cómo te fue, campeón? –pregunta el papá.
–Bien –dice Diego y agrega–. La maestra retó a un chico que tiraba las cosas al suelo.
La mamá y el papá hablan y Diego escucha mientras come. La mamá cuenta que deberá hacer un viaje por trabajo al Brasil. Ha esperado este momento para comentárselo a los chicos.
–¿Saben que mamá va a tener que viajar? Dieguito la mira.
–Tengo que ir unos poquitos días al Brasil. Dieguito dice enojado:
–¡Por qué tenía que pasarme esto a mí!
El papá y la mamá se ríen.
–¿Vas a ir en avión? –pregunta la hermana.
El papá empieza a explicar.
–Sí, yo voy a llevar a mamá al aeropuerto y...
–Va a tomar uno de esos aviones nuevos –interrumpe Diego–. Llevan como a 500 personas y llegan enseguida.
–¿Ah, sí? –dice divertido el papá.
–Yo lo vi en la tele –y Diego hace con el tenedor como un avión que aterriza.
–Esos aviones son para viajes más largos, a Europa, por ejemplo –explica la mamá–. Yo voy a ir más cerca. Les voy a mostrar donde queda el Brasil, justo arriba de la Argentina.
La mamá trae un mapa de América del Sur. Todos se inclinan sobre el mapa y trazan con el dedo el recorrido del avión.
Ya es de noche y Diego tiene el pijama puesto. Está con sus muñequitos sobre la cama. Entra el papá y se sienta en el borde de la cama para leerle un cuento.